La evaluación y sus estrategias.
En la última entrada hacía una pequeña reflexión sobre cómo
el principal trabajo de un profesor era enseñar, pero esto involucra muchas
otras actividades que son muy relevantes y necesarias a la hora de aprender una
lengua (o casi cualquier otra destreza). Una de esas actividades de las que
hablo es la evaluación: una parte esencial y a la que los alumnos le suelen
prestar especial atención. En el fondo creo que estamos mal acostumbrados ya
que, en nuestro paso por el instituto, casi todos podemos afirmar que
únicamente conocemos un par de formas de evaluación y esas se basan solamente
en notas numéricas. Es por esto que fue una agradable sorpresa poder aprender a
lo largo de las horas de esta materia que existen numerosos tipos de formas de
evaluar a nuestros alumnos: situadas en diferentes momentos del curso,
contabilizadas de maneras distintas y formas que son útiles para mantener
motivados al alumnado.
La primera actividad que llevamos a cabo en el aula fue la
creación de una rúbrica desde cero. Fue curioso realizar esta actividad
acompañada de mis compañeras, puesto que nunca hubiera esperado que fuera una
tarea tan complicada. Primero tuvimos que tomar la decisión de si separar las
diferentes columnas por una nota (3, 2, 1, 0, por ejemplo) o por palabras que
supusieran un estado del conocimiento del alumno o alumna (óptimo, apto o no
apto) que fue la opción por la que finalmente optamos. A continuación, tuvimos
que establecer qué partes del trabajo realizado íbamos a evaluar, lo que
tampoco fue sencillo puesto que sentíamos que no era suficiente pero tampoco
podíamos pensar en nada más que añadir a nuestra rúbrica. Sin embargo, la parte
más complicada de la actividad fue establecer cómo se evaluaría cada apartado y
cuáles eran las necesidades específicas para alcanzar uno u otro, ya que aquí
aprendimos que usar palabras poco concretas hace que las rúbricas sean confusas
porque por mucho que nosotras como creadoras de la rúbrica, entendamos qué es
lo que quieren decir estas palabras a las que podríamos llamar «comodín», no
significa que nuestros alumnos vayan a saber a qué nos referimos exactamente.
Otra problemática importante con la que nos encontramos fue el uso de
porcentajes para evaluar cada una de las partes ya que, en un primer momento,
bajo nuestro punto de vista, era una manera muy útil de evaluarlos, pero no
tardamos en darnos cuenta de que, de nuevo, era difícil para el alumnado
contemplar qué es un 80% o qué es un 60%.
En clase hicimos un par de debates al respecto de la evaluación,
y es que se nos mostraron una serie de maneras de dar feedback a nuestro
alumnado y tuvimos que analizar los pros y los contras de cada una de ellas;
descubrí así maneras que me resultaron especialmente útiles como pueden ser los
informes de progreso, los cuales no sabía que existían. Trabajamos también en
la evaluación formativa, la cual es común pero muchas veces no somos
conscientes de que nos están evaluando a través de ella (que quizá sería
interesante compartir con nuestro alumnado de un modo más profundo). Analizar
en qué momento del curso se le da el feedback, cómo se le comunica al
alumno (podría ser a través de estrategias como la que vimos en clase de dos
cosas positivas y una a mejorar), etc. A través de la evaluación formativa
seremos capaces como profesores de saber cuál está siendo el progreso de
nuestros alumnos a lo largo del curso y, muy importante también, hacérselo
saber a ellos. Como el objetivo no es necesariamente poner una calificación los
alumnos pueden llegar a verse incluso motivados al saber qué es aquello
específico en lo que necesitan hacer más hincapié a través de herramientas como
pueden ser la autoevaluación y la coevaluación, sobre las cuales también
debatimos en clase.
En conclusión, esta materia (y en específico esta parte de ella) me permitió comprender la evaluación como un proceso mucho más complejo y flexible de lo que pensaba que era antes. Es muy importante que, como futuros profesores, nos alejemos cada vez más de modelos de evaluación que sean rígidos y, en su lugar, busquemos otras herramientas como las expuestas en clase que ayuden a promover una evaluación más equitativa y, por qué no decirlo, más útil con vistas al aprendizaje de idiomas. Al final, evaluar no es únicamente medir conocimiento, puesto que la evaluación también debe servir a nuestros alumnos y alumnas para guiarlos y acompañar su proceso de aprendizaje de una manera que sea efectiva para ellos, asegurando así que todos y cada uno de los estudiantes es consciente del progreso que está consiguiendo y encuentre así la motivación necesaria para seguir aprendiendo y mejorando. En definitiva, nuestro trabajo como profesores es asegurar un aprendizaje que sea significativo para nuestros alumnos y muchas veces la llave para conseguirlo es la evaluación.
Enlace a las actividades:
Rúbrica y evaluación formativa.
Referencias:
Jobs for the Future. (2013). Peer Assessment: Reflections from Students and Teachers. https://youtu.be/DqWCJZH8ziQ?si=ULXMjA8jsVsfhsQW


Julia, me ha encantado leer tu reflexión sobre la evaluación, especialmente porque compartimos las mismas experiencias en clase y hemos trabajado juntas en las actividades. Coincido contigo en que una de las mayores revelaciones de esta materia ha sido darnos cuenta de lo compleja y flexible que puede ser la evaluación cuando se diseña con un propósito más allá de simplemente asignar una calificación numérica.
ResponderEliminarLa actividad de creación de rúbricas fue todo un reto compartido, y creo que lo que mencionas sobre la dificultad de definir los criterios con precisión fue un punto clave. Nos dimos cuenta de que usar términos poco concretos puede generar confusión y que, por muy claro que lo tengamos como docentes, si el alumnado no lo interpreta de la misma manera, la rúbrica pierde su utilidad. También me sorprendió lo complicado que fue decidir cómo distribuir los porcentajes de cada apartado, porque, como dices, es difícil para los estudiantes visualizar qué supone exactamente alcanzar un 80% o un 60% en un determinado criterio.
Por otro lado, me ha parecido muy interesante tu reflexión sobre la evaluación formativa y cómo muchas veces no somos realmente conscientes de que nos están evaluando a través de ella. Estoy totalmente de acuerdo en que sería muy útil compartir con los alumnos estas estrategias de manera más explícita para que comprendan mejor su propio proceso de aprendizaje. De hecho, los comentarios que surgieron en clase sobre diferentes formas de feedback me hicieron reflexionar sobre cómo pequeños cambios en la manera de dar retroalimentación pueden marcar una gran diferencia en la motivación del alumnado.
Me ha gustado especialmente tu referencia a los informes de progreso, porque, al igual que tú, tampoco sabía que existían y creo que pueden ser una herramienta muy útil para que los estudiantes tengan una visión más clara de su evolución. Creo que podrían combinarse con estrategias como la autoevaluación para hacer que el alumnado se implique aún más en su aprendizaje (insisto en lo que comenté alguna vez sobre mi visión de incluir la autoevaluación y la coevaluación como parte del proceso y no como sustitución de la evaluación docente).
En definitiva, me ha parecido una reflexión muy acertada y completa sobre lo que hemos trabajado en clase. Creo que estas sesiones han cambiado mucho nuestra forma de ver la evaluación y han dejado claro que es una herramienta que, bien utilizada, puede motivar y guiar el aprendizaje de una manera mucho más efectiva
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ResponderEliminarEs una idea bastante generalizada que evaluar es simplemente poner una nota o dar un valor al trabajo del alumnado. Sin embargo, debemos hacerles ver, tanto a ellos como a sus familias, que no es una competición en la que se lo juegan todo en la última carrera. Es fundamental valorar el trabajo diario que realizan los estudiantes, ya que es la mejor manera de enseñar. Creo que, si el alumno es consciente de que lo estamos evaluando cada día, se esforzará más y se evitarán los atracones de última hora para preparar un examen.
EliminarComo ejercicios de evaluación, me parecen que las herramientas digitales, como Socrative o Kahoot, son de gran ayuda, ya que nos permiten gamificar la evaluación del alumnado, lo cual podría reducir la ansiedad de los estudiantes ante procesos tan estresantes como enfrentarse a una evaluación.
Lo que tenemos que tener claro, tanto los profesores como los alumnos y sus familias, es que una evaluación siempre tiene que tener como objetivo ayudar a mejorar.
Hola Julia.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho leer tu punto de vista con respecto a este tema 11. Considero que haces una buena descripción de lo que es y que aportas tu opinión de manera muy constructiva. Con respecto a la creación de una rúbrica, concuerdo contigo en que esclarecer bien las descripciones de la rúbrica es la labor más complicada. Como bien dices, que nosotras la comprendamos no nos garantiza nada. Es necesario adaptarlas para que los alumnos no se estén confusos. Como aportación, creo que sería una gran idea dedicarle un tiempo prudencial de la sesión con los alumnos a abordar la rúbrica y que pregunten o aporten aquello que no entienden o que consideren que pueden conseguir.
Cuando mencionas la evaluación formativa y cómo en ocasiones no éramos conscientes de que, cuando éramos alumnos nos estaban evaluando de esa manera, he recordado mi pasado como estudiante. En alguna ocasión, pocas, me han realizado realizado este tipo de evaluación pero en ningún momento se me proporcionó el feedback correspondiente. Esto puede ser frustrante como alumna, ya que no sabes qué es lo que debes mejorar y cómo debes hacerlo.
Concuerdo contigo y en cómo la evaluación y las rúbricas deben ser flexibles y adaptadas a nuestros alumnos. Como bien dices, aprender un idioma no se basa en cuántos conocimientos tienes al respecto del mismo, sino de cómo los empleas y es eso lo que se debe evaluar. Siempre empleando la evaluación como un instrumento que les sirva a ellos a comprender lo que deben aportar en el trabajo y cómo conseguirlo gracias al feedback y al seguimiento que se les proporcione.