Sesión 4, Tema 3; Yolanda.
En la última clase abordamos de manera superficial un fenómeno que no sabía que existía y, al mismo tiempo, siempre supe que estaba ahí; estoy hablando de la ansiedad lingüística. Creo que puedo hablar por la mayoría cuando digo que es algo que todos hemos vivido de una forma u otra, es decir, o bien verlo reflejado en nuestros compañeros o incluso en nuestras propias carnes. Me resultó impresionante, no obstante, saber que había un término para algo que estamos tan acostumbrados a ver o a vivir y que, indudablemente, notaremos en nuestros alumnos y alumnas una vez lleguemos a formar parte del profesorado.
Según Horwitz, Horwitz & Cope (1986), la ansiedad lingüística es «un fenómeno complejo, distinto de la ansiedad general, que se relaciona con el autoconcepto, las creencias, los sentimientos y los comportamientos que aparecen en una clase de idioma y que provienen de la unicidad del proceso de aprendizaje de un idioma, puede provocar comportamientos específicos relacionados con la clase, un bloqueo». Investigando un poco sobre la ansiedad lingüística, me topé con un artículo publicado en una revista en la que se comentan los resultados de un estudio de caso en el que se recogió información de 63 alumnos diferentes. En este estudio, Goñi-Osácar y del Moral Barrigüete (2021) destacan que no solo existen efectos para aquellos que sufren de ansiedad lingüística, si no que también se pueden observar estos efectos en docentes y compañeros y compañeras. En el siguiente esquema, podemos ver que se produce un poco lo que conocemos como efecto dominó, y es que, en muchas ocasiones no nos damos cuenta, pero el hecho de que un solo alumno o alumna esté sufriendo de esta ansiedad repercute en el desarrollo de toda la clase, pero no solo este es el único problema: la ansiedad lingüística también puede acarrear consecuencias emocionales. Entre estas consecuencias podemos encontrar, por ejemplo, un descenso de la motivación en lo que respecta a la asignatura, algo que, por lo general, ya es un problema en las aulas de idioma en nuestro país. Otra consecuencia podría ser la autoestima, que va acompañada de la autoeficacia; muchos alumnos y alumnas consideran que el hecho de ponerse nerviosos o de sufrir esa ansiedad lingüística de la que hablamos puede ser el motivo por el que no son capaces de dar lo mejor sí mismos en, por ejemplo, una prueba oral, es decir, no ser capaces de demostrar lo que realmente saben.
Ahora la cuestión es, ¿qué podemos hacer nosotros, como docentes, para aliviar esta ansiedad que pueden llegar a sufrir nuestros alumnos? Una de las claves es hacer ver a este alumnado que los comprendemos y crear un ambiente favorable para que estos se desahoguen si lo necesitan y puedan comunicarnos sus miedos e inquietudes. Cuando esta base esté asentada, ahí podremos empezar a aplicar diferentes metodologías y recursos para que, poco a poco, vaya disminuyendo la ansiedad. Algo que podría ser contraproducente es corregir errores de manera negativa o en momentos poco apropiados. A algunos alumnos les puede resultar mucho más beneficioso que se los corrija en privado, en lugar de hacerlo frente a todos sus compañeros, mientras que a otros les puede ser útil que les des ejemplos de tus propios errores o de cosas en las que tú como docente también fallas ya que, al verte como figura de autoridad, comprenden que todos nos equivocamos y que es de las cosas más humanas que existen. El implementar actividades que vayan subiendo de nivel de manera gradual puede ser muy beneficioso para los alumnos que sufren de esta ansiedad: empezar con preguntas sencillas e ir subiendo poco a poco el nivel y la duración de sus intervenciones puede hacer que progresivamente vayan ganando cada vez más y más confianza en sí mismos. Por último, podría ser interesante convertir en rutina el hacer ejercicios de meditación y de respiración antes de empezar la clase, ya que esto creará un ambiente de calma del que nuestros alumnos y alumnas podrán verse beneficiados.
En conclusión, esto es un problema real y al que, casi seguro, todos y todas nos vamos a tener que enfrentar en nuestras aulas tanto ahora, en nuestro período de prácticas, como en nuestro futuro laboral como docentes. Es clave atajar este problema lo antes posible y aplicar diferentes métodos para que estos alumnos y alumnas puedan llevar a cabo la asignatura de la manera más fructífera posible y que no les sea una tortura aprender un idioma. Debemos cambiar las tornas y enseñar a nuestros alumnos que el aprender una lengua no debe ser horrible ni algo que les produzca ansiedad, si no que puede ser un camino maravilloso en el que aprenderán sobre muchas más cosas en el transcurso de este.
Goñi-Osácar, E., del Moral, C. (2021). Efectos de la ansiedad lingüística ante el aprendizaje del inglés en estudiantes de Magisterio: estudio de caso. (19). DEDiCA Revista De Educação E Humanidades. https://revistaseug.ugr.es/index.php/dedica/article/view/21865/21019


Tu reflexión sobre la ansiedad lingüística aborda de manera muy clara y profunda un fenómeno que, aunque presente en casi todas las aulas de idiomas, suele pasarse por alto o tratarse de forma superficial. Me ha parecido especialmente interesante cómo has conectado la teoría de autores como Horwitz y Goñi-Osácar con ejemplos prácticos y estrategias concretas para el aula.
ResponderEliminarEl efecto dominó que mencionas es una imagen muy acertada para entender cómo la ansiedad de un solo estudiante puede llegar a afectar al grupo entero. A menudo pensamos en la ansiedad lingüística como un problema individual, pero tu análisis deja claro que tiene un impacto colectivo que no podemos ignorar.
Además, las soluciones que propones, como crear un ambiente de confianza, corregir errores de manera cuidadosa y adaptar el nivel de exigencia gradualmente, son medidas realistas y aplicables. Me ha gustado mucho que hayas señalado la importancia de que el docente también comparta sus propios errores, humanizando así su figura y demostrando que equivocarse es parte natural del aprendizaje.
Por otro lado, la idea de introducir ejercicios de meditación o respiración antes de las clases me parece una propuesta innovadora y práctica, especialmente en un contexto donde la presión y el miedo al error suelen paralizar a muchos estudiantes.
En definitiva, tu reflexión no solo describe el problema, sino que plantea soluciones concretas y viables. Es un tema que, como bien dices, nos acompañará tanto en nuestras prácticas como en nuestra futura labor docente, y creo que has logrado transmitir la importancia de abordarlo con empatía, paciencia y estrategias bien pensadas. ¡Enhorabuena!
Me ha parecido un blog muy interesante y es un tema del que me había planteado hablar en mis entradas de blog. Como bien ha comentado también mi compañero, haces una reflexión profunda y bastante acertada del tema.
ResponderEliminarComo docentes, debemos tener en cuenta que hay alumnos que pueden sufrir de ansiedad lingüística. En tu entrada expones que una buena medida sería exponer nuestros propios errores para romper ese estigma de perfección relacionado con el docente. De esta manera, los alumnos pueden crear con nosotros, los docentes, una relación de apoyo y confianza en la que poder relatar aquello que les cree inseguridad o disgusto.
Otro de los factores que se ven afectados es la motivación, como bien mencionas. He podido comprobar como docente que la ansiedad lingüística merma por completo la ganas de ir a clase o de realizar actividades de expresión oral. Si que he notado que, si estas actividades son en grupo, no se produce tal negativa en el alumno. Algo que se puede hacer al respecto es alentar positivamente al alumno siempre que realicen actividades de este tipo, alentándolo y propiciando esa faceta. Otro aspecto sería el de transmitirle a este alumno un enfoque más real hacia los objetivos, es decir, dejarles en claro los objetivos claros de las actividades de expresión oral. Por ejemplo, que hablar perfectamente el idioma no es el objetivo de la asignatura, sino ser capaz de comunicarse, ya sea con pequeños fallos de vez en cuando. De nuevo, me gustaría felicitarte por esta entrada tan interesante y bien expuesta.
¡Hola, Julia!
ResponderEliminarComo ya han dicho mis compañeros, tu entrada de blog me ha parecido muy completa e interesante. No solo hablas del problema, sino que también expones soluciones realistas que seguro me serán de mucha utilidad cuando deba enfrentarme a uno de estos casos.
Yo he sufrido y sufro de ansiedad lingüística, irónico, ¿no crees? El miedo a no "dar la talla" y no sentir que estoy a la altura de la demanda hace que me bloquee y opte por utilizar vías más sencillas y no demostrar todo mi potencial. Por ello, me gustaría compartir algo que me ha sido de ayuda durante mis años de estudiante y es que, a pesar de que suene poco ortodoxo, los ejercicios en parejas o grupos en los que mis compañeros tenían un nivel inferior de control de la lengua hacían que yo me sintiese mucho más cómoda y no tan presionada.
En consecuencia, desde mi propia experiencia considero que ejercicios de emparejamiento en el que haya un desnivel favorable para los alumnos que sufren ansiedad lingüística puede ser beneficioso para darles confianza, siempre que no sea a expensas de la confianza de otro alumno.
Por ello, los docentes también debemos adoptar un rol activo en el conocimiento del contexto de nuestro alumnado. Beneficiar a todo el mundo es imposible, pero cuanto más conozcamos las necesidades de nuestros alumnos, mejor podremos adaptarnos y mayor será su aprendizaje.